Batalla campal en la Expo 2015

Batalla campal en la Expo 2015

Grupos antisistema desatan el caos en Milán en una protesta por la apertura de la feria. Una decena de manifestantes fueron detenidos y 11 policías resultaron heridos

Un joven vestido de blanco impoluto y otro de negro viajaban ayer en el metro de Milán. Eran las dos caras de una misma moneda. El de blanco era un voluntario de la Expo de Milán. Ése es el color de su uniforme. Y el de negro, uno de los muchos manifestantes no expo que salieron ayer a la calle para protestar por el evento, que se inauguró por la mañana, pero que quedó empañado por la marea negra. Centenares de jóvenes violentos convirtieron el centro de Milán en una batalla campal, con imágenes que parecían de película: barricadas, vehículos patas arriba, una sucursal bancaria calcinada y escaparates rotos.

«Se informa a los señores pasajeros que el metro no se detendrá en la parada de Conciliazione», se anunciaba por la megafonía del metro de Milán ayer por la tarde. También se recomendaba no bajarse ni en la de Pagano, ni en la de Cadorna. En esta última, la plaza del mismo nombre parecía una zona desértica. Una veintena de furgones policiales y agentes antidisturbios, parapetados con casos y escudos, impedían el acceso a la plaza. Y en las calles adyacentes se podía identificar fácilmente por dónde habían marchado los manifestantes antiexpo por el rastro que habían dejado a su paso: papeleras tiradas por el suelo, vallas publicitarias hechas añicos, cajeros automáticos destrozados a mazazos y fachadas pintadas con dos únicos lemas: No Expo y Expo=mafia.

En la calle Giosué Carducci, tres camiones de bomberos intentaban sofocar las llamas de una sucursal de la entidad financiera Unicredit, que quedó tan quemada que resultaba irreconocible. Delante, un pequeño utilitario también acabó calcinado. Los vidrios de una oficina de Correos italiana recibieron pedradas, así como los escaparates de una bombonería. Las señales de tráfico yacían tumbadas en el suelo, y los semáforos, inhabilitados. La acción de los capuchas negras -así iban vestidos todos, algunos, incluso con máscaras antigás- fue tal, que parecía que hubiera pasado un huracán.

La policía intentó frenarles cargando con agua a presión y gases lacrimógenos. También repartió porrazos a diestro y siniestro, y registró algunas detenciones. 11 agentes resultaron heridos leves en los enfrentamientos. Y eso que la manifestación empezó de forma pacífica y, de hecho, su cabecera llegó al final sin que ocurriera disturbio alguno. Unas 20.000 personas -incluso familias con niños- participaron de forma festiva para protestar contra una Exposición Universal que, consideran, no tiene ni pies ni cabeza. Porque ha estado rodeada de escándalos: durante la construcción de su recinto, se abrió una investigación por corrupción en la que varios altos oficiales resultaron detenidos. Y porque en época de crisis, el evento no resulta precisamente un ejemplo de ajustarse el cinturón.

El recinto de la Expo se ha construido a las afueras de Milán, en el noroeste de la ciudad, pero se puede llegar en metro y tren. De hecho, a pocos metros de la entrada del complejo se ha edificado una estación faraónica, que resulta difícil saber para qué servirá una vez finalice la Expo. La inauguración del evento, que tuvo lugar ayer por la mañana, contó con la participación de nueve aviones militares que sobrevolaron el recinto pintando el cielo con los tres colores de la bandera italiana. «Todos vosotros, expertos, que continuabais diciendo que no lo conseguiríamos, aquí está», soltó el primer ministro italiano, Matteo Renzi, durante su intervención en la apertura de la exposición, rebatiendo a aquellos que creían que el recinto y los pabellones no estarían acabados para el 1 de mayo. A mediados de marzo aún estaba todo patas arriba, con grúas por todas partes y operarios trabajando a contrarreloj, según pudo comprobar EL MUNDO.

Ayer, algunos pabellones aún estaban a medias. Por ejemplo, el de Irán, donde todavía había paletas colocando los tablones del suelo. O en otros, como en el de Chile, se disculpaban porque no disponían de comida, aunque la Expo está dedicada precisamente a la alimentación. Su título es Nutrir el planeta, energía para la vida. De hecho, en la mayoría de pabellones el mensaje que predomina es casi idéntico: la importancia de promover una alimentación sostenible, saludable, equitativa, y para todos. En cambio, en la Expo se puede encontrar un McDonald’s, que ayer estaba repleto de gente.

El Papa arremete contra el ‘despilfarro’

Hasta el Papa Francisco se mostró ayer crítico con la Expo de Milán. Durante su inauguración, el pontífice intervino en directo por teleconferencia desde el Vaticano y afirmó lo siguiente, a pesar de que el primer ministro italiano, Matteo Renzi, estaba presente: «En cierta manera, la Expo es en sí misma paradoja de la abundancia, porque obedece a la cultura del despilfarro y no contribuye a un modelo equitativo y sostenible de desarrollo». El Papa también tuvo palabras para los operarios que han trabajado al límite durante el último mes y medio para poder finalizar los pabellones para la inauguración. «No quiero olvidar a todos aquellos trabajadores que se han esforzado por la Expo de Milán, en especial aquellos anónimos, cuyas caras no conocemos y que gracias a la Expo se han ganado el pan para llevar a casa», declaró. A pesar de las críticas, la Santa Sede también cuenta con un pabellón en el evento, donde, eso sí, se reflexiona sobre las devastadoras consecuencias de los conflictos y la pobreza.

Fuente: elmundo.es

 

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