Washington, 26 may (EFEUSA).- El nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se comprometió hoy en su toma de posesión a lograr que el organismo continental sea más resolutivo y a buscar la integración plena de Cuba tras el levantamiento de su suspensión en 2009.
Con el «diálogo» como bandera, Almagro desgranó en su discurso de asunción los objetivos clave de su mandato: renovar la OEA, superar las divisiones actuales y convencer a Cuba de que vuelva a ser un miembro activo.
«Necesitamos más de la OEA», fueron sus primeras palabras como secretario general en el Consejo Permanente ante los embajadores y representantes de los 34 países que son miembros plenos de la organización, todos los del continente salvo Cuba.
Avalado por su gestión como canciller de José Mujica (2010-2015), Almagro asume el liderazgo de una OEA debilitada y en crisis por un mandato de cinco años en relevo del chileno José Miguel Insulza, que estuvo al frente del organismo toda una década.
El nuevo secretario general, que desde el principio descartó optar a la reelección, se comprometió hoy a que cuando deje el cargo la OEA sea un organismo «más cercano, más eficiente, menos burocrático y que contribuya a la resolución de los problemas del hemisferio y sus ciudadanos».
Uno de sus primeros desafíos será la crisis política en Venezuela, un asunto que conoce bien tras participar el año pasado en una misión dirigida a propiciar una mesa de diálogo político entre el Gobierno y la oposición junto a otros cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
«En el terreno de la gobernabilidad democrática, la OEA debe tender una mano a aquellos países que atraviesan momentos de crispación y antagonismos que a veces sobrepasan los niveles de civilidad a los que la democracia regional debe aspirar», sostuvo Almagro en su discurso.
Preguntado en una conversación posterior con periodistas si con esa afirmación se refería a la crisis en Venezuela, el político uruguayo dijo no haber puesto «el caso de Venezuela por encima de ningún otro».
«Los países que tienen situaciones de crispación o conflicto o atrasos democráticos son obvios, nosotros no hemos puesto el caso de Venezuela por encima de ningún otro», señaló.
«Para evitar situaciones de crispación y conflicto creemos que la OEA tiene que generar situaciones de confianza y eso implica la necesidad de trabajar con los países y no condenarlos ‘a priori’ sino generar condiciones de diálogo que lo posibiliten», añadió.
En la ronda de preguntas, Almagro también se pronunció sobre las críticas de inacción que ha recibido la OEA ante la crisis venezolana por parte de organizaciones humanitarias.
«Lo que hemos visto son situaciones en diversos países que entran en conflicto con la Carta Democrática de la OEA y obviamente tenemos que ser tajantes al respecto para que todos los americanos tengan el máximo goce de derechos civiles, políticos, económicos y culturales», consideró al respecto.
«La democracia no puede ser entendida como una entelequia abstracta, tiene que llegar específicamente a la gente», agregó.
Otro de los grandes retos de Almagro será convencer a Cuba de que se reintegre como miembro activo en la organización tras el levantamiento de su suspensión en 2009 y en un contexto de acercamiento histórico entre la isla y EE.UU.
«La OEA debe enterrar la Guerra Fría con el regreso de Cuba, eso requiere un esfuerzo de la organización y un esfuerzo de Cuba también», dijo el excanciller uruguayo a los periodistas.
Almagro hizo una mención específica a esta cuestión en su discurso, en el que subrayó el «punto de inflexión» marcado con la participación de La Habana este año por primera vez en una Cumbre de las Américas, en Panamá.
«La inclusión de Cuba (en la Cumbre), junto a las renovadas relaciones bilaterales con Estados Unidos abre un abanico de distensión de efecto benefactor para todo el hemisferio», sostuvo.
«Trabajaremos para que Cuba pueda integrarse plenamente en la OEA, obviamente tomando en cuenta la necesidad de respetar tiempos y procesos», añadió.
Cuba no ha mostrado hasta ahora interés por reintegrarse en el organismo, al que se unió desde su creación en 1948 y del que fue suspendida en 1962 tras el triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro debido a su adhesión al marxismo-leninismo en el marco de la Guerra Fría entre el bloque capitalista encabezado por EE.UU. y el comunista dirigido por la Unión Soviética.
Además de los embajadores y representantes ante la OEA, asistieron a la toma de posesión el canciller de Guatemala, Carlos Raúl Morales; el vicecanciller de Chile, Edgardo Riveros; y el enviado especial del Gobierno venezolano Raul Licausi, que es el embajador de su país ante la Comunidad del Caribe (Caricom).
Estados Unidos estuvo representado por la secretaria de Estado adjunta para Latinoamérica, Roberta Jacobson, y el consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon.
Almagro hereda una OEA cuya última década estuvo marcada por una profunda división interna que dificultó los consensos, el golpe de Estado en Honduras de 2009, el levantamiento de la suspensión de Cuba ese mismo año, la crisis política en Venezuela y el avance en la política contra las drogas.
El veterano diplomático de izquierdas, que llega con el aval de sus buenas relaciones en el continente fraguadas en su época de canciller, tiene por delante el reto de pacificar el organismo y, como dijo en su campaña, «dejar atrás la OEA de la Guerra Fría».
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