Miami, 25 may (EFEUSA).- El acoso sexual continúa siendo uno de los principales problemas al que se enfrentan las trabajadoras agrícolas en el estado de Florida, la mayor parte de ellas inmigrantes indocumentadas, según denuncian a EFE asociaciones en defensa de estas empleadas del campo.
El perfil de la inmigrante empleada en las labores agrícolas es una mujer joven, procedente de Latinoamérica, especialmente de México y Centroamérica, a menudo indocumentada, sola, pero también con hijos y marido, lo que añade un plus de mancha, de sentimiento de culpa entre las víctimas.
Muchas de ellas callan por vergüenza o miedo a ser despedidas o deportadas.
Una reciente encuesta elaborada por la Universidad Internacional de Florida (FIU) y la organización comunitaria We Count! arroja datos alarmantes: un 24 % de las mujeres encuestadas confesó haber sufrido «acoso sexual» en algún momento en el trabajo, señaló hoy a Efe Levis Torres, coordinador de derechos laborales del citado grupo defensor de los inmigrantes.
Si bien el hecho de que «una de cada cuatro mujeres ha sido acosada sexualmente» se ciñe a aquellas que trabajan en los viveros de plantas ornamentales, muy comunes en la zona agrícola de Homestead, al sur de Miami, el problema se extiende también al resto de las labores agrícolas.
Las víctimas, una vez más, son las más indefensas y vulnerables, la trabajadores sin papeles, siempre con «miedo a denunciar ante la amenaza de una posible deportación», lamentó Torres, quien precisó que los ataques se producen tanto en el campo como en el interior de las naves de embalar y cultivo.
La protección de estas mujeres encuentra un obstáculo añadido en la cultura machista predominante en el seno de las familias inmigrantes, porque, como explica el activista, la «víctima se encuentra entre la espada y la pared».
El dilema que se plantea la mujer es si debe o no comentarle a su pareja que ha sufrido acoso sexual en el trabajo, ante el temor de que el hombre reaccione de manera airada y la culpe a ella de «haberse insinuado» a su jefe o supervisor, con frecuencia señalados como los acosadores de las trabajadoras.
«Temen hasta comentar a sus esposos el acoso, porque estos pueden creen que son ellas las que se están insinuando» al agresor, cuyo ataque puede ir desde el «acoso verbal o tocamientos hasta la violación», continuó Torres.
Al final, el silencio se impone y el acoso sexual sufrido se convierte en un «tema tabú» del que ellas no se habla, lo aceptan con dolorosa resignación.
Según los activistas, en muchos casos las partes deciden llegar a un acuerdo extrajudicial para que la demandante «no hable de este tema», a cambio de sumas de dinero y la «firma de un contrato para que esa persona guarde silencio».
Se estima que más de 560.000 mujeres se dedican a la recogida y embalaje de productos frescos en el sector agrícola estadounidense, de las, según los expertos, cerca de un 75 % son inmigrantes sin papeles.
«El acoso sexual ha sido como el pan de cada día», coincidió Lucas Benítez, directivo de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, en el condado de Collier, quien, no obstante, destacó los esfuerzos de la Policía por «investigar y castigar a los acosadores» de las empleadas en esta industria.
Esta importante zona agrícola del suroeste del estado proveedora de compañías como Burger King o McDonalds, con un 90 % de su extensión dedicada al cultivo del tomate, cuenta con una gran cantidad de mano de obra femenina. Y el número de ellas que ha sufrido acoso sexual resulta igualmente «incomprensible».
Según un estudio divulgado en 2010, el 80 % de las trabajadoras del campo confesaron que habían experimentado en su trabajo algún tipo de acoso sexual, puso de relieve la Coalición.
Cifras tan altas que apuntan a un «mal endémico desde hace décadas», pero que ha comenzado a declinar desde el acuerdo alcanzado hace cuatro años entre los gremios de los trabajadores del sector y la industria del tomate.
«El nuevo acuerdo con empresas como Burger King o McDonalds no solo supone el incremento del precio por libra de tomate recogido», sino que incluye una serie de cláusulas y un código de conducta que otorgan protección a las mujeres.
De hecho, la «hacienda o rancho de cultivo de tomate que no firma este código ético de cero tolerancia con el acoso sexual», queda excluido como proveedor de tomate por compañías como las citadas, puntualizó Benítez.
El resultada de esta política comienza a dar sus frutos, y, de hecho, «se han reducido lentamente las denuncias de acoso, mientras que ha aumentado el número de mujeres que lo reportan», expresó con moderado optimismo el activista.
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