Austin (TX), 27 may (EFEUSA).- Nebraska se convirtió hoy en el estado número 19 -de 50- en abolir la pena de muerte en EEUU, gracias a una votación muy ajustada que logró revocar el veto impuesto por el gobernador, Pete Ricketts, en contra de la iniciativa.
Pocos se imaginaban en enero, cuando el senador Ernie Chambers presentó por enésima vez en 40 años su iniciativa para abolir la pena de muerte en el feudo conservador de Nebraska, que finalmente progresase.
Tampoco el republicano Ricketts, que este martes vetó la ley de Chambers, aprobada la semana pasada por 32 votos a 15, confiando en su poder de convicción para forzar un cambio de voto en algunos de los senadores e impedir que la votación de hoy alcanzase los 30 necesarios.
Su campaña logró que dos de los senadores que habían apoyado inicialmente la abolición se retractaran, pero 30 sí votaron a favor y tan solo 19 en contra, la cifra necesaria para aprobarse la iniciativa.
Antes de votar, Chambers pidió a sus colegas que no se dejaran intimidar por la «presión política» de los partidarios de la pena capital, que ha incluido numerosas llamadas, correos, visitas e incluso amenazas.
«Hoy estamos votando algo que me trasciende a mí, que trasciende a este estado y que trasciende a esta Legislatura», constató.
Con Nebraska, la pena capital ya ha sido abolida en 19 de los 50 estados, mientras que en otra decena rigen moratorias o directamente no se aplica, lo que deja en minoría a los que aún ejecutan presos, como Texas, Florida, Misuri o Oklahoma.
Los últimos en abolirla fueron Maryland (2013), Connecticut (2012), Illinois (2011), Nuevo México (2009) y Nueva York y Nueva Jersey en 2007, todos ellos considerados progresistas o moderados.
Nebraska se convirtió así en el séptimo estado en abolir la pena de muerte en la última década, pero también en el primero considerado conservador desde que en 1973 lo hiciese Dakota del Norte.
De hecho, el debate en Nebraska constató la división creciente que existe en las filas republicanas respecto a la pena de muerte, ya que fue la nueva generación de legisladores conservadores la que permitió alcanzar ese consenso.
«La oposición a la pena de muerte crece en todos los sectores de la sociedad estadounidense, pero sobre todo -como lo refleja la decisión en Nebraska- en aquéllos que se consideran conservadores», puntualizó el director del observatorio Death Penalty Information Center, Robert Dunham.
Según los más recientes sondeos, el apoyo a la pena de muerte entre los estadounidenses se sitúa en el 56 %, su nivel más bajo desde hace 40 años y lejos del 80 %, que cosechaba hace dos décadas.
La abolición en Nebraska supone un auténtico revés para sus partidarios, ya que se trata de un estado insignia del conservadurismo, tradicional aliado de la pena capital.
«Nebraska se ha convertido en el primer estado republicano en abolir la pena de muerte en más de 40 años», puntualizó Dunham.
Llega, además, en un momento en el que la pena de muerte está bajo mínimos y más cuestionada que nunca: más allá de los niveles de aprobación, las ejecuciones están prácticamente paralizadas por las demandas legales y los estados no encuentran suministros para sus inyecciones.
En lo que va de año, han sido ejecutados 14 presos en EEUU, seis menos que en 2014 por estas fechas.
La decisión tomada hoy en Nebraska no supondrá un cambio significativo en lo que a ejecuciones se refiere, ya que la última vez que este estado quitó la vida a un preso fue en 1997, con la silla eléctrica.
Actualmente, quedan diez presos en el corredor de la muerte de Nebraska que no se beneficiarán de la abolición, ya que la ley no tiene carácter retroactivo.
Un undécimo reo, Michael Ryan, de 66 años, murió este domingo en la cárcel por causas que no han trascendido.
Ryan asesinó en 1985 a dos personas, entre ellas un niño de 5 años.
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