Toronto (Canadá), 24 may (EFEUSA).- En el Estado de Nevada, Daimler Trucks está probando un camión autónomo; en Pittsburg, Uber experimenta con vehículos sin conductor y el sector del automóvil se prepara para la mayor revolución de los últimos cien años sin una clara idea de quiénes serán los perdedores y los ganadores.
En los últimos meses, el ritmo de aparición de avances en el campo de la conducción automática en el mundo del automóvil está alcanzando velocidades de vértigo.
La semana pasada se supo que Uber, la controvertida compañía tecnológica que ha revolucionado el mundo del taxi en todo el mundo, tiene en la ciudad estadounidense de Pittsburg un vehículo con el que está experimentando tecnologías de conducción automática.
Según declaró Uber al periódico «Pittsburgh Business Times», que detectó el vehículo del Centro de Tecnologías Avanzadas que Uber tiene en la ciudad, el automóvil es parte de los «esfuerzos iniciales en los campos de mapas, seguridad y sistemas autónomos».
Y aunque Uber negó posteriormente que el vehículo que circula en Pittsburg sea un vehículo autónomo que opera sin conductor, la compañía ha expresado en el pasado su interés en desarrollar vehículos que no necesiten conductor.
Al fin y al cabo, el mayor coste operacional de Uber son sus conductores, 140.000 en todo el mundo a principios de 2015, por lo que la perspectiva de una flota de automóviles autónomos supone un gran incentivo económico para la empresa fundada en 2009 y que empezó a prestar servicios en San Francisco en 2010.
Un razonamiento similar es la idea detrás de las pruebas que la empresa alemana Daimler Trucks está realizando en el Estado de Nevada (EE.UU) a través de su subsidiaria Freightliner.
Pero para no enemistarse con uno de los mayores sectores económicos de Estados Unidos, que emplea a unos 8,7 millones de personas, incluidos 3,5 millones de camioneros, Daimler ha recalcado que el camión experimental, llamado Inspiration, es un vehículo autónomo que requiere un conductor para supervisar la operación.
Por ello, el pasado 5 de mayo, cuando Nevada otorgó a Inspiration el permiso para operar en sus carreteras, Wolfgang Bernhard, miembro del consejo de administración de Daimler, argumentó que el vehículo «reducirá accidentes, el consumo de combustible, la congestión en las carreteras y el impacto en el medio ambiente».
El ímpetu de la conducción automática parece imparable en Estados Unidos, donde ya son cuatro los Estados que permiten la circulación en sus carreteras de vehículos que no requieren conductor: además de Nevada, que en 2012 fue la primera en licenciar la operación de los vehículos autónomos de Google, están California, Florida y Michigan.
Las grandes compañías del automóvil también están invirtiendo sumas considerables en la conducción autónoma o automática o robotizada, y están incorporando, paso a paso, las nuevas tecnologías en los vehículos que hoy circulan por las calles de todo el mundo.
Por ejemplo, Volvo, la marca sueca que para muchos es el paradigma en seguridad, acaba de presentar en Norteamérica la segunda generación del todocamino XC90 dotado con sistemas como el frenado automático en intersecciones o la detección de ciclistas y transeúntes.
Y la compañía, propiedad de la china Geely, se prepara para poner en marcha en la ciudad sueca de Gotemburgo un programa piloto, con 100 vehículos XC90, de conducción automática.
Los partidarios de la conducción automática señalan las ventajas económicas y de seguridad de un futuro sin conductores.
Un informe aparecido a principios de este año y preparado por la Conferencia Empresarial de Canadá identificó un beneficio económico potencial de 65.000 millones de dólares al año si entre 2020 y 2025 los automóviles autónomos circulasen en las carreteras del país.
Según los autores del estudio, «los vehículos autónomos otorgarían tiempo libre a los conductores, reducirían de forma significante los accidentes, minimizarían las congestiones y reducirían la cantidad de combustible consumido».
Pero la semana pasada, un informe de Barclays dijo que la aparición de vehículos autónomos puede suponer la reducción de un 40 % de las ventas de automóviles en Estados Unidos porque las familias que ahora poseen dos o más vehículos pasarían a tener sólo uno.
Según Barclays, las consecuencias para fabricantes como General Motors o Ford serían «dramáticas». «GM y Ford necesitarían reducir su producción en Norteamérica un 68 % y 58 %, respectivamente».
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