Nueva York, 23 may (EFEUSA).- Después de doce años en el American Ballet Theatre, ha llegado el momento del adiós de la bailarina cubana Xiomara Reyes, una de las más versátiles y empáticas figuras de la compañía, que se despide el 27 de mayo con "Giselle", su "primer amor".
«Es un ballet que ha estado conmigo desde los 20 años. Es el ballet con el que yo crecí, el primero que yo vi, que con Alicia Alonso, en Cuba, obviamente, era el ballet clave. De pequeñita, mi madre me ponía el disco y era la manera de tenerme ocupada gastando la energía en algo positivo», asegura en una entrevista con Efeusa.
Pero, a pesar de conocer perfectamente la obra de Adolphe Adam coreografiada por Jules Pettor y Jean Coralli, la bailarina nunca realiza una «Giselle» de forma mecánica y desde luego no en la gala de despedida que tendrá lugar en el Metropolitan de Nueva York.
«Con la edad y el tiempo que pasa uno va agregando cositas, a medida que uno va creciendo como ser humano va entendiendo ‘Giselle’ de otra manera, uno va creciendo con ella. Para mí nunca ha sido un personaje que diga: ‘Ya lo conozco, ya lo sé'», asevera.
Reyes, nacida en La Habana, se formó allí pero no despegó hasta que un ballet internacional apostó por ella. Primero fue el de Flandes y después llegó a Nueva York, donde tardó dos años en ser primera bailarina de la compañía más importante de los Estados Unidos, que ahora cumple 75 años.
«Me siento como una piedrecita en un río. El río sigue pasando. El ABT es un lugar con tanta historia, donde ha pasado gente de un talento tan impresionante», dice la bailarina.
«Me acuerdo de mi primer ‘Don Quijote’ en el Metropolitan, con Ángel (Corella). Virarme y ver los decorados. Estaba en el traje de (Natalia) Makarova, la persona con la que había crecido viéndola en los vídeos, mi ídolo. Mirando al decorado de los vídeos de Bayshnikov. Era como si alguien me hubiese tirado en el medio de un sueño», recuerda.
Reyes, frente a las actitudes altivas de algunas grandes divas de la danza, ha apostado siempre por una simpatía, una cercanía y una humildad inusitadas.
«No puedo decir que he tenido un físico espectacular, lo he tenido todo en moderación, pero unas ganas tan inmensas de bailar, una felicidad tan grande en lo que hago que es lo que me ha llevado de niña pequeña a primera bailarina del ABT», dice.
Aunque sí se siente orgullosa de retirarse en un momento de plenas facultades físicas. «Mi cuerpo está conmigo», explica, y argumenta los beneficios de la edad: «Las cosas se vuelven más fáciles. Un joven necesita la disciplina férrea, tiene que crear un raíl del tren, el camino que va a ser toda tu carrera… Con la edad uno puede empezar a respirar de otra manera. Bailar viene más orgánico», reconoce.
Y, de la misma manera, afronta el cambio con optimismo. «El cambio es una de las constantes de la vida. Es lo que siempre vas a tener quieras o no quieras y para mí siempre ha sido lo que me ha hecho crecer. Siempre me ha traído cosas mejores», asegura.
Este cambio, no obstante, es probablemente el más grande de su carrera. «Es muy, muy, muy fuerte. Toda mi vida he sido un miembro de una gran compañía, ahora voy a estar en mis manos, voy a escoger un poco más lo que hago», confiesa.
Entre sus prioridades, devolver todos los conocimientos aprendidos. «Enseñar me fascina», asegura, y tras su experiencia en varios cursos intensivos de verano en Barcelona con la iniciativa IBStage.
«Estamos en una sociedad en la que lo que hacemos más bien es copiarnos los unos a los otros, tratar de seguir en el camino de los otros. Lo que estamos buscando en IBStage es darle tiempo a los muchachos en esas semanitas de descubrirse a sí mismos», cuenta.
Y, por supuesto, queda preguntarle por su país, Cuba, donde empezó y que ahora afronta un gran cambio de perspectivas. «Cuba también en ese sentido está como yo. Un poco en el momento en el que tiene que quedarte tranquila y ver cómo el poso va a caer», concluye.
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