CHAMPIONS Real Madrid 1 – Atlético de Madrid 0

CHAMPIONS  Real Madrid 1 – Atlético de Madrid 0
Chicharito contra el miedo

l mexicano pasa de una suplencia permanente a marcar el gol más valioso de la temporada para el Real Madrid, ya en semifinales

Nada como la adversidad reclama héroes. Lo es el Chicharito, que llegó al Bernabéu como un mariachi, pero espero su día con paciencia, con respeto, con profesionalidad. Si algo releva esa perseverancia es fe, confianza en sí mismo, y justo es que a quienes la cultivan de esa forma, como los amantes que quieren sin esperar nada a cambio, el destino los premie. El gol más importante de la temporada para el equipo de los divos, el que lo coloca en unas semifinales que representan la aristocracia de blasón europea, pertenece a un antidivo.

De la oración al llanto, de las sombras del banquillo al sol de la noche que forman los focos del Bernabéu, Chicharito traspasó el latir de su corazón a un Madrid tejido y alineado entre temores. Fue la avispa y fue el arpón ante un Atlético al que la resistencia lo llevó al límite de sí mismo, como en Lisboa. En las competiciones domésticas ha sido mejor que su rival; en Europa no puede decirse que haya sido mucho peor. Simplemente, no hay forma de romper el romance de este torneo con el Madrid. Es algo más que fútbol.

Ese miedo compartido marcó los movimientos todavía más que las alineaciones en un derbi que deja el valor de la clasificación para el Madrid, pero no del juego. Ancelotti resolvió el zurcido de su equipo, debido a las bajas, con la inserción de un tercer central como centrocampista. Fue Sergio Ramos, un jugador de buenos fundamentos en casi todas las suertes, pero al que la posición lo desorientó. El de Camas ya había pasado por la experiencia, la pasada temporada en el Camp Nou, resuelta como un estrambote. Esta vez era algo distinto. No era un tercer central que actuaba por delante, como pivote defensivo, al igual que también Mourinho había hecho con Pepe ante el Barça en una final de Copa. No. Era prácticamente un interior, por delante de Kroos, posición que le obligó a jugar de una forma que no domina, de costado. Para solucionarlo, se refugió en la banda, en busca de sus sensaciones como lateral, lo que provocó una zona del campo con poca presencia del Madrid, dada la amnesia de Isco, hipotenso, y las excesivas precauciones de Carvajal. El lateral no era, ni mucho menos, el del Calderón, como tampoco su equipo. Tampoco fue profundo como le gusta Coentrao, en una posición donde al Madrid le faltaba una pieza tan clave como la de Modric. Es Marcelo, el mejor agitador del juego y un generador de superioridades numéricas constantes.

Si en la ida el Madrid partió determinado a dar un golpe de mano, a hacer valer el factor sorpresa en territorio comanche, en su estadio la prioridad fue evitar las emboscadas. Tuvo el balón con más intención de no perderlo que de arriesgarlo. A su manera, se pareció al Atlético, algo que Ancelotti ya se temía cuando rumiaba cómo discurriría el partido. Lo temía.

Para Simeone todo estaba bien, todo menos las pérdidas de balón, un sacrilegio en su credo. Saúl, novedad en el once, tuvo una mortal y se quedó en la caseta en el descanso. Gabi partió raudo para disputar el tramo duro. El error provocó una situación crítica en el área rojiblanca, prácticamente la única en el primer tiempo. Cristiano llegó a la posición del mano a mano y Oblak respondió como hizo frente a Bale en el Calderón. Ni el galés, entonces, ni el portugués colocaron bien la pelota. Dispararon al muñeco.

La ocasión, justo antes del descanso, fue el único peligro real del primer tiempo en un área por la que apareció Chicharito, hiperactivo. Titular por las lesiones de Benzema y Bale, trabajó con sus movimientos, muchísimo, y no cejó hasta encontrar la red, después de una jugada lanzada por los espacios que ya dejaba en blanco un Atlético en inferioridad y muy justo en lo físico. La inició Cristiano y la cruzó con James, el mejor de su equipo junto al mexicano. Chicharito remató a placer desde el lugar del delantero centro, el suyo.

El mexicano había gozado antes de las pocas ocasiones de su equipo, al ser habilitado por Isco y después zafarse de Godín como si estuviera untado en aceite. Encomiable resulta su esfuerzo, a pesar de haber sido menos que un futbolista de reparto desde su llegada. No es fácil activarse en esa situación. Si algo deja claro es que habría merecido más minutos, pero eso no es achacable a nadie. Esto es el Madrid.

La oposición que puso el Atlético se correspondía escasamente con el perfil del equipo. Tan lejos del área rival, sus delanteros, Griezmann y Mandzukic, eran meros acompañantes. Simeone cambió el dibujo al pasar de un 4-4-2 a un 4-5-1 y mandar al francés dar un paso atrás. La maniobra permitió al Atlético tener más balón y tomar aire, bien dirigido por Koke cuando recuperaba la iniciativa, pero sus aproximaciones resultaban inocuas. De hecho, se refugió en los saques de banda de Gámez, porque cada uno es medio córner. El malagueño probó a Casillas después de una pérdida del Madrid. De ahí en adelante, tuvo que pasar medio partido para que el capitán madridista volviera a detener un balón, a remate de Koke.

La expulsión de Arda Turan, justa, fue como un boquete en la muralla de El Álamo. Simeone pensaba en una resistencia más larga cuando retiró a Griezmann, inédito, pero el tiempo lo señalaba peligrosamente y los mejores tiempos pasaron.

Fuente. ElMundo.es

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